Estos son los gobernantes y la oposición que nos toca sufrir. No podemos cambiarla de hoy para mañana. Pero sí podemos exigirles que hagan lo que el momento histórico demanda.
“Me avergüenzo y me dan ganas de llorar”. Así se expresaba la diputada canaria Ana Oramas en la tribuna del Congreso de los Diputados hace unos días afeando la conducta de la trifulca parlamentaria a izquierda y derecha mientras miles de españoles fallecen.
El emotivo discurso, provocado en parte por una vivencia personal que a nadie deseo, no es otro de esos ejercicios de cinismo y filibusterismo parlamentario a los que nos tienen acostumbrados. A la señora Oramas el discurso le salió del corazón, sus lágrimas fueron verdaderas y sus palabras sinceras, no lo dudo.
Pero cuando su partido tuvo que negociar, hace unos meses, hace un año o hace unos años, para mantener o votar a un gobierno de un lado u otro no sintieron vergüenza, no les dieron ganas de llorar el participar de ese mercadeo en el que todo vale y todo se compra y se vende.
Formaban parte del juego de la bajeza política en la que a cambio de unos millones para mi autonomía me importan poco el resto de españoles, en los que a cambio de unas suculentas inversiones o competencias para Canarias, País Vasco o Cataluña no me importa que en Extremadura todavía tengan un tren del siglo XIX para conectarse con Madrid, o que en Castilla León haya que recorrer decenas de kilómetros en muchas comarcas para encontrar un médico.
Si todos ellos tuvieran un ápice de vergüenza y un mínimo de catadura moral en estos tiempos estarían a la altura política de lo que España necesita. Pero no, no necesitamos manifestaciones pidiendo libertad mientras se agita la bandera que es de todos los españoles o banderas incondicionales que no representan ya nada, solo dolor y división, no, no necesitamos purgas porque no se hacen informes al dictado del ministro. Como tampoco discursos que agiten ficticios golpes de estado para recuperar la tensión de las dos Españas, los míos y los otros, los nuestros y los suyos.
Como tampoco necesitamos arribistas (o arrimadistas) capaces de votar cualquier cosa con el Gobierno y los independentistas en función de un cálculo político para ocupar un espacio político perdido antes de hacer desaparecer a su partido.
¿Nos representan? En estricto sentido legal sí; porque aunque a veces no lo parezca esta España nuestra es una democracia y los resultados de las urnas hay que respetarlos.
¿De verdad nos representan? En sentido moral y ético no. Ver el rifirrafe del Congreso de los Diputados, los exabruptos en redes sociales, los mítines de los sábados noche del Presidente del Gobierno, las declaraciones a izquierda y derecha, … mientras cientos de miles de españoles van al paro, mientras muchos se van a ver abocados a la pobreza, mientras otros cierran sus negocios, y otros no saben cómo van dar de comer mañana a sus hijos, los Sánchez, Iglesias, Casado, Abascal, Arrimadas se pierden en cinismos, hipocresías y pueriles debates. A la espera de cobrar miles de euros en su nómina cada día uno de mes, sin falta.
Estamos en tiempos en los que se necesita altura política, en los que hay que pensar y actuar al margen de los intereses partidistas, porque es momento de reflotar el país. Y para ello hace falta sentido común.
Mientras no volvamos a pasar por las urnas estos son los gobernantes y la oposición que nos toca sufrir. No podemos cambiarla de hoy para mañana. Pero lo que sí podemos hacer es exigirles que hagan lo que el momento histórico demanda, que no piensen en réditos electorales y sí en su país y en 47 millones personas que necesitan que la nave la piloten capitanes sensatos y no bomberos pirómanos.
José Enrique Aguar
Presidente Nacional de Contigo Somos Democracia